Las vacunas contra la COVID-19 se han vuelto el bien más codiciado por los piuranos. Según el Minsa, el 50% de los mayores de 80 años han sido inmunizados, mientras se avanza con los de 75 y 70 años.
Hasta aquí todo bien, considerando que las dosis llegan a cuenta gotas y siempre en número menor al que anuncian desde Lima. El problema es el desorden con que se aplican las vacunas en ciertos centros de vacunación. Hay personas que llegan muy temprano, pero no logran su dosis porque se acabó. Igual existen denuncias de personas “recomendadas” que se filtran para ser inoculadas además de otras denuncias de supuestos cobros para conseguir una vacuna.
Comprensibles reclamos, considerando la desesperación de la población por ser “inmunizado”. Sería más práctico y útil mantener informados a los beneficiarios por edades; pero también investigar las denuncias de comercialización o favoritismo en la vacunación. A propósito, ¿Quién se toma la molestia de monitorear el impacto de la vacuna o si ésta realmente se aplica? A los pacientes los sientan, los pinchan y los despachan de inmediato sin importar qué reacciones pueda sufrir.