El último proceso electoral, al margen de los ganadores elegidos en primera vuelta, ratificó lo que ya se especulaba: un alto nivel de rechazo de los electores hacia los partidos políticos y a los propios candidatos. Es decir, ninguna de las 17 fórmulas presidenciales logró convencer de sus bondades.
Eso se refleja no solo en la ausencia de electores que esta vez alcanzó el 28.52%, el más alto en los últimos 20 años, sino en los votos nulos o viciados que llegaron a 9.4 millones. Significa que más de 9 millones de votantes prefirieron desechar su voto antes que decidir apoyar alguna fórmula presidencial.
Igual ocurrió con los aspirantes al Congreso; más de 10 millones 700 mil votos se anularon o quedaron en blanco porque tampoco los aspirantes a padres de la Patria lograban convencer.
Esta indiferencia o ‘castigo’ del elector peruano hacia los políticos tradicionales, unido a un gran ausentismo es lo que según los analistas políticos, permitió llegar primero a Pedro Castillo que si bien ganó la primera vuelta, su margen de votación sigue siendo bajo; al igual que el del resto de partidos, con lo cual la legalidad del próximo Legislativo lleva a cuestas una endeble legalidad.