Que en aras de recuperar la “confianza internacional” a su Gobierno, le están costando hasta ahora.
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Dos viajes a EE.UU., otro a Alemania e Italia y Brasil le valieron a Boluarte la cabeza de la canciller Ana Gervasi Díaz, quien renunció minutos después de que el consejo directivo del Congreso la citara, tras la frustrada reunión bilateral que dijo que sostendría la presidenta con el mandatario norteamericano, Joe Biden. Y con ella también se fue el embajador de Perú en EE.UU., Gustavo Meza-Cuadra.
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La lección que deja el periplo presidencial es que Boluarte no es una buena embajadora y que, además, hay cierta resistencia de algunos presidentes en recibirla, tomar acuerdos bilaterales y hasta tomarse fotos. El gesto adusto del Papa nos dice algo. El último viaje a Washington fue un fiasco porque se inventó una supuesta reunión que nunca pactó, avivando más la controversia en el Perú sobre sus salidas del país sin dejar alguien a cargo. El próximo año, en la cita de APEC, Boluarte tal vez pueda tomarse fotos con los presidentes.