El ex presidente de Bolivia, Evo Morales, parece que le ha cogido “cariño” al Perú. Viene cuando le da la gana y parece, se siente más peruano que boliviano porque vive “preocupado” de nuestros asuntos internos; de la salud de su camarada Pedro Castillo y hasta arma revueltas y exige, con pliego en manos, botar a Dina Boluarte y desaparecer el actual Congreso. Su osadía va más allá y según inteligencia peruana, llega acompañado de otros agitadores profesionales como él y como Castillo.
Lo curioso es que esta grosera intervención en asuntos internos, como también lo hace constantemente el mandatario de México, Andrés López Obrador, se hace con la tibieza de nuestra Cancillería que hasta ahora no se da cuenta que el Perú está enfrentando una plataforma internacional ideológica que ataca y cuestiona constantemente la política interna, desprestigiando con ello al país en los fueros internacionales.
Lo más peligroso, sin embargo, es que esta intervención extranjera está dejando de lado la verborrea para concentrarse en agitar al país y sembrar la idea separatista de anexar Puno a Bolivia, avivada por ciertos peruanos con resentimiento ideológico ancestral.
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