Hoy con esto de la inmovilización, el toque de queda y el temor al contagio, quienes se han vuelto piezas imprescindibles y hasta “héroes” para algunas personas son los repartidores por aplicativo, conocidos como deliveries. Ese que lleva el pollo a la brasa, las pizzas, los tamales y el frito dominguero; en otros casos las verduras, carnes, frutas y hasta medicamentos a las personas de riesgo.
Se estima que hay más 20 mil de estos repartidores que sacan de apuros a muchos, pero que en la práctica laboran en la más absoluta informalidad. Alejandra Dinegro, directora del Observatorio de Plataformas Perú, saca cara por ellos, afirmando que si tienen un accidente nadie responde a la emergencia; nadie asume la responsabilidad de los análisis del COVID-19, mucho menos tiene algún beneficio laboral.
A diferencia de nuestro país, Chile les da un mejor trato, tienen contratos laborales, seguros de salud o por emergencia y hasta libertad de asociación. Aquí, para el ministerio de Trabajo no existen, aunque hayan sido una pieza clave de ayuda en momentos de emergencia, aun exponiendo su salud y su vida. Parece que nos encanta la informalidad.
