La estrategia que Pedro Castillo ha desplegado después de la patinada del 5 de abril es hacerse el sordo y ciego ante el clamor ciudadano que le pide su renuncia.
Más del 70% de peruanos están descontentos con su gestión; igual rechazo tiene el Congreso que también debería irse, no sin antes convocar a elecciones generales.
Castillo también se hace el mudo y evita -con un gran cordón policial y rejas de acero-, que los periodistas de las diferentes regiones que hoy visita en plan populista e inauguración de obras, se le acerquen y le hagan preguntas incómodas sobre su renuncia, las investigaciones en las que está inmerso y los actos de corrupción de su entorno, el poder de Vladimir Cerrón y de sus sobrinísimos.
A la estrategia del ciego, sordo y mudo le suma ahora el oportunismo; pues añadió a su agenda diaria la inauguración de obras ajenas. Aquí llegó la semana pasada para poner en funcionamiento la nueva refinería de Talara y ya parecía que su gobierno la había hecho. Igual pasa en otras regiones donde llega para entregar proyectos como si fueran suyos, intentando con ello sacarle la vuelta a la adversidad e ingobernabilidad que persigue a su gestión.