La crisis y el vandalismo desatado en el país es culpa del propio Pedro Castillo, quien intentó emular a Alberto Fujimori con un autogolpe.
Constitucionalmente, Dina Boluarte lo sustituyó al ser vacado por el Congreso, pero no contento con ello, azuzó a sus socios del Movadef y Fenatep para sacar a las calles a la población, convenciéndola de que en el Perú se había dado un golpe de Estado.
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La tarea destructiva de Castillo no termina allí: hoy, a través de “comunicados”, se dirige a los presidentes que asistieron a la Cumbre de la Celac para afirmar con cinismo que el Perú vive una dictadura militar presidida por Dina Boluarte, la cual -denuncia- está violando los derechos humanos contra sus “hermanos indígenas”, además de la represión en las calles que ha dejado más de 60 víctimas.
No sorprende el descaro de Castillo, pues la narrativa de la izquierda extremista siempre ha sido la misma: cambiar la historia y los hechos en favor suyo. Pasó con el terrorismo y hoy con esta crisis que tiene el mismo tinte de los paros armados de los 80. El problema es el daño que este personaje le hace a la imagen del país además de seguir atizando la violencia en el sur.
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