Existen indicios de recuperación de nuestra economía, como lo indica la Cámara de Comercio y Producción de Piura -alrededor del 17% en comparación con el año pasado-; para que estas expectativas no se desmoronen, es necesario que el directorio del Banco Central de Reserva esté en manos técnicas; es imperativo que este órgano importantísimo en el mantenimiento del equilibrio económico no termine politizándose. La propuesta presentada por la oposición es, en ese sentido, un importante e inteligente paso que ayudará a mantener la disciplina fiscal que es un elemento imprescindible para sentar las bases del crecimiento y el desarrollo.
Lo que estos tiempos nos quieren decir no es que las ideologías hayan cumplido su ciclo, como erróneamente lo predijo el teórico Francis Fukuyama, quien vio en el fin de la Guerra Fría el final de la bipolaridad mundial y el ingreso a una era de racionalidad capitalista. Lo que nos indican es que diversas corrientes de pensamiento pueden existir teniendo como base a la persona y la satisfacción de sus necesidades. No hablamos solo de su alimentación y su vestido, sino de la posibilidad de desarrollo de sus capacidades. Es evidente que esto no sería posible en un sistema que coarta las iniciativas, la palabra y hasta los pensamientos. Tampoco lo es en una seudorrealidad en que los eslóganes y las buenas intenciones se superponen a la realidad económica y productiva de los países.
El nuestro, a pesar de la tremenda e inesperada crisis del coronavirus, ha sido uno de los que mejor ha respondido en términos macroeconómicos a este embiste. Sin embargo, mantenernos a flote no dependerá de que no queramos ver más pobres en un país rico, sino de las acciones concretas que nos guiarán a la bonanza, al reparto justo, a la modernización infraestructural y mental, así como a la verdadera libertad, que es la que limita al poder político en nombre de las demandas ciudadanas.
Los políticos deben hacer su parte, los ciudadanos deben jugársela por el país y los empresarios, por supuesto, deben cumplir ese rol tan primordial que es el de crear riqueza a través de las inversiones en un país con seguridad jurídica, con reglas de juego claras y con respeto por las libertades más elementales.