Mientras en regiones como Arequipa, La Libertad, Loreto, San Martín, Lima y Junín ya se aplicó 5.101, 10.069, 10.635, 7.315, 32.565 y 2.048 vacunas, respectivamente a los adultos mayores; en Piura seguimos sin fecha para el inicio de la vacunación de los más de 200 mil ciudadanos de más de 60 años, muchos de ellos con alto riesgo de complicación por padecer comorbilidades como diabetes, hipertensión, asma, entre otras.
Esta indiferencia no es de ahora. Ya en los primeros meses de la pandemia, el año pasado, el excesivo retraso en la llegada del programa Taita y la aplicación de pruebas en los mercados y otros focos de contagio, hizo que la propagación del virus avance rápida y silenciosamente.
Si en esos meses el entonces presidente Martín Vizcarra lamentablemente estigmatizó a los piuranos como relajados o compradores compulsivos de cerveza, en la era Sagasti el Estado no solo esperó que fallezcan pacientes en un hospital de Talara para recién dotarlo de suficiente cantidad de oxígeno, sino que insiste en postergar a Piura en la vacunación de población vulnerable, a pesar de ser la segunda región en población, donde el riesgo de aglomeraciones y contagio es mayor, a pesar de las medidas sanitarias aplicadas.
No es el momento de buscar culpables, pero ante la “explosión” de casos y fallecimientos registrados coincidentemente meses después que el Ejecutivo declaró a Piura en nivel de alerta alto, y basado únicamente en información de la Diresa, cuyo manejo de la gestión de la crisis y de las cifras “oficiales” deja mucho que desear; lo menos que debe hacer ahora es agilizar el proceso de vacunación de los vulnerables en Piura.
Pese a que crece la deuda con Piura (lentitud en la construcción de hospitales de alta complejidad, reconstrucción lenta y con millones perdidos), ni el Gobierno Central ni el Regional, excepto las recientes declaratorias de alerta extrema, no se dignan ni siquiera en iniciar una mesa de diálogo para evaluar la grave situación sanitaria y las salidas más viables. Dentro de tanto dolor, lo positivo es que los familiares de fallecidos e infectados, Arzobispado, municipios, universidades, organizaciones sociales, entre otros reaccionaron y no se detendrán en redes sociales y grupos de Whatsapp: “Vacunas, ya… queremos vivir”.
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