La Policía Nacional del Perú (PNP) necesita de una urgente reforma que le permita recuperar la confianza de los ciudadanos. Las pasadas protestas, la represión violenta y el saldo trágico de dos personas fallecidas fueron motivos para que las críticas de un amplio sector de la población fueran lanzadas contra la institución, la misma que trae a cuestas una imagen dañada, principalmente, por la corrupción.
El Gobierno interino, en ese aspecto, hace bien en convocar a una comisión para que se lleven a cabo las mejoras, y hace bien en pedir la participación de la sociedad civil. Esta idea está enraizada en un republicanismo necesario para devolverle la legitimidad a las autoridades en general, y a la alicaída PNP en particular. Sin embargo, nos mantenemos escépticos porque no es este el único intento de reforma; nuestra Policía ha pasado por reestructuraciones que, al día actual, solo han derivado en una profunda crisis institucional que no se resolverá únicamente cambiando generales, sino con controles, con mano firme para enfrentar la corrupción y poniendo la seguridad del ciudadano como meta.
Hay un sector de la Policía que no acepta este cambio en las reglas de juego -como el pase al retiro de 15 generales y la anunciada instalación de gerentes que permitan transparentar los gastos y procesos de la PNP, así como optimizar la utilización de sus recursos-; hay policías que no quieren que las cosas cambien, que pretenden seguir el camino de la ineficiencia administrativa. Sin embargo, este ejemplo baste para señalar que el problema es institucional y se debe resolver con voluntad política: el contralor Nelson Shack indicó que el Ministerio del Interior, responsable de la Policía, apenas invirtió S/25 millones de los 100 millones recibidos durante la pandemia. ¿A dónde se fue el resto? ¿Por qué la Policía sigue siendo esa institución cercada por la ineficiencia, la falta de preparación y la venalidad de algunos de sus miembros?
¿Podemos tener una mejor Policía? Podemos. El Gobierno debe poner los cimientos de una reforma que debe concretarse en el más breve plazo porque solo la limpieza del Estado y sus brazos operativos hará viable la vida de la sociedad peruana. Es eso, o a la vuelta de la esquina nos aguarda la anarquía.