En lo que va de la pandemia, la realidad ha dejado en evidencia que a pesar de nuestros ingentes recursos y al talento de los peruanos, del empeño de su gente y de su capacidad de resistencia para sobreponerse a la adversidad, nuestro país no avanza. En lugar de imprimir celeridad a su recuperación y desarrollo, camina a paso de tortuga no solo debido a la corrupción, sino también al populismo.
Si bien la democracia no es un sistema perfecto, es lo mejor que tenemos, es la que nos garantiza un terreno parejo para salir bien librados de la actual crisis sanitaria y económica. Esta escalera para salir del abismo se ve, sin embargo, amenazada por la tara del populismo, impulsada por la presencia de ciertos personajes mesiánicos que se empeñan en encumbrarse como salvadores por encima de la figura del Estado, al prometer y dar soluciones inmediatas, sacrificando la planificación y sostenibilidad de la economía.
Lamentablemente, desde hace muchos años este cáncer afecta a las democracias de los países del tercer mundo, en especial los de Sudamérica, como Perú. Hablamos de una enfermedad crónica enraizada en nuestra realidad política, habiéndose hecho más notorios en esta pandemia los estragos que puede causar en nuestra sociedad.
Si en medio año de pandemia nos sorprendieron las leyes abiertamente populistas aprobadas por un puñado de congresistas movido por intereses particulares, a quienes no les ha importado amenazar la estabilidad económica e incluso estuvieron a punto de hacer que el país dé un salto al vacío con una vacancia presidencial express; según especialistas consultados para esta edición, lo que se viene ahora es una campaña electoral plagada de ofertas demagógicas.
Los “mesías” abundarán y apelarán a las fibras más sensibles: generación de empleo, mejoras en el costo de vida, el cobro de pensiones y una y mil “soluciones mágicas”. Si encuentran un pueblo debilitado, que acepta todo a ojos cerrados o se muestra indiferente, lo más probable es que la calidad de nuestros siguientes congresistas y Ejecutivo empeoren. A pesar de los miedos y la incertidumbre de la pandemia, pensemos con serenidad y visión de futuro. Evitemos el fortalecimiento del populismo entre nosotros. Fortalezcamos las instituciones y liderazgos democráticos. Bella y constructiva labor nos espera.