Hemos dejado atrás una semana cargada de agitación política, pero la que iniciamos hoy no promete darnos tregua.
Esperamos ver, por ejemplo, qué harán los poderes para salvaguardar una de las pocas bases de esa política de largo aliento que necesitamos si queremos producir profesionales competitivos en todos los ámbitos: ¿Cómo se remediará el daño que se quiere hacer a la Sunedu y, por tanto, a la educación superior del país?

Sabíamos de antemano que esta gestión no está comprometida con el proyecto del desarrollo lectivo, pero lo que ha ocurrido en el Congreso, ante la pasividad de todos los parlamentarios y con el aval de la ambigüedad del Ejecutivo, ha tenido el efecto de una bomba atómica en la gestión educativa. El debate está garantizado y es, para muchos analistas, el tema que podría llevarnos a una nueva crisis política cuando apenas nos recuperamos del trauma de la vacancia fallida.

Lastimosamente, el Gobierno no ha conseguido elaborar una política coherente. Lo único que hemos visto hasta ahora es una actitud dinamitera, poco constructiva, carente de un norte viable para una nación que atraviesa una crisis impensada en lo económico, sanitario y social. Estamos ante un escenario profundamente crítico y el Gobierno, en vez de ser un agente de soluciones, se ha convertido en un elemento que exacerba el problema. ¿Es en estos momentos una nueva moción de vacancia la solución? Aparentemente, sí: si Pedro Castillo y su gabinete no son capaces de dar solución a los problemas inmediatos, y sentar las bases para solucionar los problemas del futuro dentro de un marco de respeto a las leyes y de respeto a la racionalidad económica. No obstante, el desgobierno no es una salida conveniente por ahora. Lo que no podemos dejar de lado es nuestro derecho al control ciudadano.

Algo que ha caracterizado al periodo presidencial de Pedro Castillo es la participación creciente de la ciudadanía compartiendo información y tomando posición frente a las decisiones del Gobierno y los escándalos protagonizados por los máximos dirigentes del país. Esa es, por ahora, nuestra manera mas eficaz de poner a raya a los poderes para impedir cualquier abuso. Sin embargo, cabe preguntarnos: ¿hasta cuándo será posible mantener esta tensión?