Cuando los piuranos empezábamos a acostumbrarnos a ver cifras de contagios a la baja y a canalizar amargos recuerdos tras los meses críticos en que el enemigo invisible nos arrebató muchas vidas, de repente volvemos a ser noticia nacional por la amenaza de un incremento sostenido de casos en las últimas semanas.
Ante este nuevo reto, es urgente que los ciudadanos reflexionemos sobre cuál de los dos caminos que nos quedan por delante, vamos a seguir: ser parte de la solución o del problema. El dilema es simple: ayudamos a parar el contagio o descuidamos el lavado de manos, la desinfección de superficies, no usamos la mascarilla correctamente ni respetamos la distancia sanitaria, entonces nos enfermaremos y desbordamos los hospitales.
Tras la experiencia ganada en nueve meses de pandemia, sabemos de sobra que el futuro de Piura nuevamente está en nuestras manos. La tarea de evitar una temida segunda ola no es exclusiva del Ministerio de Salud, Diresa, EsSalud, etc. sino obligación de cada familia y de cada piurano en particular.
Por duro que suene decirlo, hasta que no tengamos acceso a las vacunas (es decir durante medio año o hasta el 2022), lo más eficaz para contener la epidemia sigue siendo el autocuidado. Como nunca antes, la suerte de nuestra región depende del grado de responsabilidad de todos.
Una gran fortaleza es que el Gobierno está dando prioridad a Piura. A diferencia de la era Vizcarra, cuando se empezó a hacer testeos muy tarde, encontrando que el contagio ya era masivo; la estrategia del actual Gobierno es anticiparse a este escenario, prorizando la detección temprana y una mayor cobertura en la atención. Para tal objetivo en menos de dos semanas, ha enviado tres equipos a Piura de los cuales el más numeroso (90 profesionales) llegó el miércoles.
Toca a cada ciudadano sumarse a la tarea de frenar la propagación. ¿Cómo? Extremando medidas, evitando aglomeraciones y siguiendo con humildad las indicaciones de las autoridades sanitarias. Usando las nuevas tecnologías podemos cuidarnos y monitorear a las personas cercanas y crear redes solidarias sencillas, para que nadie quede solo y quien se enferme sea acompañado en su proceso por profesionales, más allá de la familia y amigos.