La crisis generalizada que vivimos también tiene que ver con el hecho de que no sabemos ejercer la política: no tenemos hábitos muy democráticos y apenas pasamos de los comicios quinquenales o cuatrienales.
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Cuando debatimos, ponemos a un lado las ideas y nos dedicamos a tratar de mordernos; en política, para nosotros, tiene que haber siempre un perdedor, un magullado, un cadáver.
Lo más peligroso es que los políticos también lo saben y prefieren darle a la “ciudadanía” un poco de ese pan y circo que aplaudimos a rabiar, pero de política -de verdadera pólitica- no se habla.
Ayer fue el debate entre Reynaldo Hilbck y Luis Neyra, los dos candidatos a gobernador regional que pasaron a segunda vuelta.
Reflexionemos: ninguno de ellos alcanzó en primera vuelta el mínimo necesario para ser proclamado ganador absoluto; en ese sentido, un debate era la oportunidad precisa para disipar las dudas del electorado y cosechar nuevos adeptos y votantes.
¿Pasó eso? ¿Hubo intercambio de ideas y estrategias? No. En vez de eso, salieron a flote las acusaciones de corrupto, flojo, improvisado, etc., agravios que suelen ser características lamentables de nuestra cultura.
Creemos que los piuranos merecemos algo mejor, que necesitamos que los políticos sirvan también de líderes y apliquen algún tipo de pedagogía para formar ciudadanos conscientes y libres. Ya sea Hilbck o Neyra, uno de ellos será el nuevo gobernador y tendrá delante el reto de promover el desarrollo infraestructural de Piura, pero también de elevar su cultura para desterrar a los charlatanes de la política cuya única pretensión es apropiarse por unos años de las arcas estatales y exprimirlas hasta donde se pueda.
El próximo gobernador debe ser un guía. ¿Se animarán los señores Hilbck o Neyra a asumir esta tremenda responsabilidad con la región y con su historia? Esperemos que así sea.
Un viejo adagio dice que las elecciones no son más que un cambio de tirano o de verdugo.
Tenemos una visión más positiva, pero sí advertimos que cuando una autoridad electa defrauda a sus ciudadanos, ciertamente están a poco de convertirse en un personaje indeseable, en una carga que nos vemos forzados por la propia apatía a soportar.
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