Se ha explicado muchas veces que no existe algo así como una caja en la que se guarda, con nombres y apellidos, el dinero de la Oficina de Normalización Previsional (ONP). Se trata de un fondo solidario que paga la jubilación de quienes actualmente no trabajan. Ningún aportante a dicho fondo común puede decir “esta es mi plata”. Sin embargo, el sector más populista e incendiario del parlamento cree que es posible repartir dinero del Estado para mejorar las economías familiares, del mismo modo como se repartirían panes en una familia.
¿Cuál es el interés del mencionado sector en mantener un relato falso sobre la ONP? Evidentemente, es un interés electoral, una estrategia de campaña anticipada. ¿Creerá Daniel Urresti que será presidente apelando a la mentira y a la creación de innecesarios conflictos entre los ciudadanos y el Gobierno? ¿Creerá Cecilia García que se hará un lugar en la historia con su visión vandálica de la justicia social? ¿O simplemente agitan una bandera distractora, mientras crecen los cuestionamientos al líder del partido Podemos? ¿Acaso estamos en una competencia por ver quién es el más radical, el más fogoso -en realidad, el más irracional-?
El pueblo peruano no puede ser engañado de esa manera. No se puede prometer lo imposible: el caso de la ONP es muy distinto al de las AFP; el primero es el de un fondo solidario, común, sin nombre, sin retorno al aportante. Quienes actualmente trabajamos ayudamos, con nuestros descuentos, a los jubilados. Cuando esta generación deje de trabajar, otra la mantendrá. Esta es la lógica de la ONP. En las AFP, por el contrario, sí hay dinero que el aportante entrega para solventar su futuro personal. Se proponen muchas formas de reforma del sistema privado, pero en lo que respecta al sistema público, nuestros políticos están en la calle. Mejor dicho, quisieran estar en calle, con la calle, con el pueblo, pero en realidad están a punto de dilapidar criminalmente más de 15 mil millones de soles. ¿Qué buscan esos parlamentarios, a los que el país les dio la espalda en las recientes manifestaciones? ¿Es esta su venganza: engañar a las masas y quebrar al Estado?
Hay ocasiones en que la maldad también viste el saco de político y hasta copia su (peor) oratoria. Pero sigue siendo maldad, se vista como se vista y diga lo que diga.