Por fin, casi tres semanas después, va saliendo a luz la verdad sobre lo ocurrido durante los paros y bloqueos en el sur, con un altísimo costo social. Una de las dolorosas certezas es que tres de las numerosas víctimas fallecieron sin participar de las protestas, por cierto nada pacíficas.

Pese a las críticas infundadas de ciertos sectores radicales en el sentido de que la prensa no informa con objetividad sobre los fallecidos, algunos periodistas como debe de ser no pararon hasta ubicar a los familiares de las víctimas para conocer qué pasó.

Así se ha conocido, por ejemplo de boca de Susana Galindo Vizcarra, bodeguera residente a pocas cuadras del puente Pichanaqui (Junín), escenario de enfrentamientos entre las fuerzas del orden y vándalos que tomaron el viaducto, que en la tarde del 16 de diciembre su hermano Diego, mototaxista de 40 años, fue alcanzado por dos disparos ni bien salió de la casa. Horas antes ella se había ido a refugiarse lejos en casa de familiares, porque los militares habían empezado “a disparar a quemarropa”.

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Su hermano no había querido acompañarla y ponerse a salvo pues creía que los disturbios acabarían pronto. Por eso cuando cesaron los disparos, bajó al primer piso y cruzó la calle y allí solo pudo dar unos pasos al ser impactado por un disparo en el brazo derecho y otro en el tórax. Debido al bloqueo se desangró varias horas en la posta de salud de Satélite, cuando lo llevaron al hospital de Pichanaqui era tarde, falleció en la noche.

El menor de 17 años J.T.C. y Ronaldo Barra son otros dos peruanos que murieron alcanzados por balas a pesar de no participar en los disturbios.

Mientras los extremistas desde las sombras “usan” perversamente los nombres de las víctimas como argumento para seguir destruyendo el país y el Gobierno intenta tender puentes con los legítimos manifestantes para atender sus demandas y pacificar al país, quien más pierden son los emprendedores y los peruanos más pobres.

¿Cuántos otros como Diego, Ronaldo y J.T.C. murieron o están heridos sin estar en ningún bando? ¿A cuántos otros agricultores, bodegueros y peruanos más pobres de Junín, Apurímac, Huancavelica, Arequipa, Puno, Ayacucho y Cusco, afecta la violencia y los paros? Mientras tanto los radicales causantes de tremendo costo social guardan cómodo silencio.

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