Como dijimos una vez, cuando Anibal Torres fue designado premier, este Consejo de Ministros no buscaría una aprobación sumisa, sería un gabinete de confrontación, de choque. A pocas horas del pedido de confianza ante el Congreso, parece que no habrá ningún cambio; ni siquiera se escuchará a los médicos que piden, con toda razón, la salida de Hernán Condori; tampoco será atendido -al menos por el momento- el reclamo contra los titulares de Defensa y Justicia, entre otros.

El gabinete Torres parece que irá con la idea de que no debe permitir que el Congreso dicte su agenda, pero olvida Torres que los pedidos no vienen del Legislativo, sino de la ciudadanía cansada de que el Ejecutivo no acierte a la hora de proponer un equipo para gobernar.

La estrategia del Ejecutivo se basa en la suposición de que el parlamento no tiene otra salida, salvo que desee exponerse a un posible cierre y disolución, cosa que vendría como anillo al dedo para el ala extremista que lo dirige todo desde un oscuro rincón, y para los que creen posible imponer la temida Asamblea Constituyente. ¿Realmente las cosas están tan claras para el oficialismo y las posibilidades son tan pocas para quienes desean cambios reales o para quienes aboguen porque continúe el Gobierno pero con otro tipo de control político menos confrontacional? A decir de algunos analistas, sí, el Congreso tiene poco qué elegir: o el gabinete Torres o la disolución.

Para los demócratas en las calles, también tiene validez la misma suposición.
No obstante, hay quienes creen que incluso en el último minuto es posible ver un cambio, como ya lo hizo Pedro Castillo con su primer gabinete, cuando debió expulsar al excanciller Héctor Béjar para evitar que la política del Bicentenario sea la misma de las últimas décadas del siglo XX: dura, innecesariamente beligerante, facciosa, sin matices, consecuentemente corrupta. Esperemos que la realidad nos lleve a esta segunda opción y que el presidente Castillo y su primer ministro hagan un esfuerzo por moderar su postura y piensen en el Perú.

Nuestro país no necesita de pleitos más que de soluciones y trabajo real, obras. Si Castillo realmente quiere hacer un cambio profundo y así corresponder a las expectativas de quienes lo eligieron, debe empezar por abrirse a las posibilidades de cambio.