No queda duda de que la transición de gobierno se hará contra el tiempo. Quedan menos de dos semanas para el 28 de julio y el Jurado Nacional de Elecciones no ha proclamado al ganador de la contienda.
Por ahora, todo se limita a la presentación en medios informativos de los avances logrados en la reciente encargatura. Parece inminente que el sucesor de Francisco Sagasti será Pedro Castillo, pero ¿qué sabemos del plan del profesor para asumir las riendas del país en solo días?
Hay quienes creen que con el “Plan Bicentenario” basta para disipar estas dudas, pues este documento es como la “biblia” del traspaso de gobierno. Sin embargo, no conocemos siquiera al gabinete que acompañará a Castillo, no se sabe qué papel jugará el ala moderada de la izquierda que pretende tener protagonismo en el gobierno del lápiz, no hay certeza aún de que Julio Velarde -para tranquilidad de los más conservadores- seguirá en el Banco Central de Reserva; no se ha dicho nada sobre los equipos de vacunación que, en teoría, deberían permanecer en sus puestos para darle continuidad a la política emprendida por el actual ministro de Salud, Oscar Ugarte. Un cuadernillo como el Plan Bicentenario no basta para contestar las dudas de un país envenenado por la sospecha y la desconfianza. Castillo deberá hacer un esfuerzo mayúsculo para demostrar sus dotes políticas y de convocatoria de técnicos, profesionales apolíticos y especialistas destacados en las ramas esenciales de la transición -salud, economía y educación- para lograr la confianza ciudadana, el elemento que, en última instancia, le permitirá gobernar.
Nótese que hemos dicho que esta es una labor de Pedro Castillo y no de Perú Libre porque, muy a pesar de los deseos del sector más ilustrado de la ciudadanía, la política nuevamente se centrará en los nombres y no en los partidos. La mitad del país votó por una persona, no por el programa extremista y trasnochado de Vladimir Cerrón y algunos “dinámicos”, lo que pone a estos nefastos actores fuera del escenario político. Si algún aspecto positivo hay en esta orfandad política, seguramente es la posibilidad de llenar los vacíos discursivos y tácticos con lo mejor de la tecnocracia. Esperemos que el profesor y sus asesores -sus buenos asesores- quieran escuchar.