Al levantar todas las restricciones sanitarias por la pandemia del covid-19, lo que no ha dicho el Gobierno -entre otras respuestas que el país se merece- es cuál es su plan de contingencia en caso se desate una nueva ola durante las fiestas de fin de año que están a la vuelta de la esquina.
¿En serio se acabó el COVID, señor Castillo? ¿De verdad ya estamos en condiciones de volver a la normalidad?
Que se sepa solo 72.98% de los peruanos estan vacunados con tercera dosis y la meta para adoptar el levantamiento de medidas era el 80%. ¿Qué páso? No solo eso, el grupo de vulnerables que necesitan cuarta dosis está bien lejos de llegar al nivel óptimo necesario. En el tuit del Gobierno se hace gala de la eficiencia del proceso de vacunación que ha permitido bajar la mortalidad casi a cero y los contagios; es verdad: hasta ayer solo se habían registrado 4 fallecidos y en la última semana la cifra fue de cero, pero pecan de triunfalismo.
Es cierto que estamos como estamos, sin el sistema de salud colapsado y con solo 496 hospitalizados en todo el país, todo gracias a la vacunación. Pero lo que no se dice en el discurso oficial es cómo se va a recuperar el tiempo perdido luego que el castillismo se disparara a los pies al cambiar en plena crisis sanitaria a Hernando Cevallos, el ministro que más peruanos vacunó en el segundo semestre del 2021.
Si el profesor tuviera un mínimo de decencia debería pedir disculpas al país por sabotear el proceso de vacunación y volverlo lento al entregarle el Ministerio de Salud al cerronismo, el cual impuso al doctor “aguita” sin importarle poner en riesgo la salud y la vida de millones de peruanos, incluidos los escolares. En la gestión del ministro chamán, las cifras de vacunados descendieron drásticamente. Pese a ello no hubo propósito de enmienda, en lugar de un buen profesional, nuevamente designó a un inepto que acaba de ser sacado por graves indicios de corrupción.
Se equivoca el oficialismo si busca que ya no se hable del covid, todo lo contrario, ahora es cuando se debe resolver problemas como la falta de camas UCI, de intensivistas, de equipos; de hospitales de alta complejidad como en Piura, para evitar que las clínicas cobren fortunas de dinero a los pacientes en caso aparezcan nuevas olas o nuevas pandemias.
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