El presidente Castillo tiene razón cuando dice que la crisis del combustible y la escasez de fertilizantes no son su culpa. Claramente, estos problemas son de índole internacional, tienen que ver con las guerras armadas en Europa y los conflictos económicos entre las potencias del globo.
¿Por qué entonces decimos que no les falta razón a los transportistas y a los agricultores cuando alzan su voz de protesta contra el Gobierno?
Porque el Gobierno, con su capacidad de expresar voluntad política, debió haber diseñado acciones de contención, lo que es común cuando un país queda atrapado entre los fuegos de una contienda indeseada o las cifras rojas de un derrumbe económico global; todos los países -los que gozan de conducción inteligente- son capaces de diseñar políticas de contención o de resistencia.
¿Por qué no se hizo esto con la gasolina o por qué no se planteó alguna estrategia agraria? Es particularmente penoso que esta escasez y este paro ocurra en el tiempo de la supuesta “segunda reforma agraria”, un cascarón nominal sin mayor contenido ni trascendencia.
¿Por qué tocamos este tema? Porque en tres días usted, amable lector, no encontrará ni mototaxis ni colectivos para desplazarse y solo entonces sentirá el golpe de la ineptitud y el descuido, además del impacto de la coyuntura internacional. Sentirá cercana la guerra que ocurre cruzando un océano y experimentará las consecuencias de la incapacidad de este gobierno para establecer medidas que contengan el alza y permitan a los usuarios finales, los pasajeros, seguir pagando las tarifas habituales para desplazarse a sus colegios, centros de trabajo, hogares, etc.
No sorprende que los sindicatos reunidos en Lima y otras plazas importantes del país hagan llamados a una huelga general que culmine con la abolición del actual mandato presidencial y periodo congresal dado que ni unos ni otros han dirigido sus acciones hacia las metas señaladas por el pueblo peruano en las elecciones. Entérense, políticos: la ciudadanía no vota solamente por rostros y eslóganes, sino también por un futuro, por un programa que se resume en sueldos suficientes, pleno empleo y seguridad laboral, seguridad social, salud y educación con estándares. No vota para que le vean la cara y lo dejen a merced de un mercado que, sin una urgente intervención inteligente, devora a los menos favorecidos.
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