Los peruanos podemos entender e incluso disculparle al presidente Castillo por sus gruesos errores de construcción gramatical en sus presentaciones ante los mandatarios asistentes al CELAC o ante la OEA.
Podríamos aceptar que tal vez le redactaron mal los discursos, improvisó mal al tratar de salirse del libreto o simplemente se puso nervioso, por ejemplo, al decir que a los niños sin pan les quitan el pan. De hecho, aunque tenga la mejor voluntad, nadie que pasa de ser maestro rural a presidente de la República, está preparado para ser el mejor de los oradores.
Lo que los millones de peruanos afectados por la crisis que parece importarle poco, no le podemos perdonar es que se burle del país dando declaraciones antojadizas, totalmente alejadas de la realidad. No podemos permitir que, quien se niega sistemáticamente a gobernar y genera un ambiente de desconfianza y caos, manteniendo en el Estado a ministros y funcionarios ineptos; tenga ahora la “sensatez” de llamar (a los empresarios extranjeros) a invertir en el Perú “sin desconfianza ni dudas o temores”.
¿Qué garantía y seguridad jurídica podrá darles a quienes quieren invertir y generar empleo, un Gobierno que privilegia los favores políticos en la contratación de cargos claves como el Indecopi o en los ministerios? ¿Qué confianza puede inspirar alguien que no deslinda de un sentenciado por corrupción porque le debe el favor de prestarle el partido para llegar a Palacio? ¿Quién querrá arriesgarse a poner capital en un país donde el Gobierno lejos de generar calma y diálogo, llena la administración pública de ineptos y crea un permanente clima de incertidumbre y enfrentamientos?
La actitud de los ciudadanos demócratas no puede ser otra que el rechazo a las incoherencias de un presidente que ante la OEA se ufana de luchar contra la corrupción pero deja que un sentenciado por corrupción saque y ponga a sus amigos en el Gobierno; alquien que le dice al mundo que es respetuoso de las libertades democráticas, pero en el Congreso sus parlamentarios oficialistas lo desmienten al presentar un proyecto de ley que erosiona la libertad de expresión, base de la democracia.