La Policía no ha querido que el pánico cunda en las calles y ha dicho que el artefacto explosivo encontrado frente al colegio “Bacilio Ramírez” de la PNP, en Piura, habría sido abandonado por un mal elemento policial o militar; no obstante, en las calles y en las redes sociales el comentario es otro: se cree que todo fue parte de un fallido atentado, de una venganza de extranjeros por las recientes expulsiones de ilegales y hasta se habló de un robo empleando métodos extremos.
Definitivamente, la delincuencia tiene a todos con el corazón en la boca y con la imaginación fabricando las situaciones más terribles y peligrosas. Es lo que ocurre cuando la situación de inseguridad se vuelve imparable y las autoridades no ofrecen garantías a la ciudadanía. Para muchos, pareciera que el hampa tiene cercada no solo a Piura, sino a Talara, a Paita, a Sullana, al Bajo Piura y a la sierra del departamento.
En Piura, las autoridades municipales han dado un gran impulso a la lucha contra la delincuencia, la trata de personas y la explotación sexual de extranjeras actuando como amerita la presente situación, con una medida de fuerza que, lejos de contemplaciones, pretende acabar con la presencia de estas personas que solo acrecientan el accionar de los criminales locales. Es evidente que estas soluciones no agradan a muchos, pero ya era necesaria alguna acción en medio de la pasividad casi generalizada de quienes deberían encargarse de imponer el orden a toda costa.
Aún así, hay mucho trabajo por delante, no solo en la lucha contra los delincuentes, sino también en el trabajo de recuperación de la confianza de la ciudadanía. No es un secreto que las instituciones policiales y militares son las peores vistas por una triste generalización que afecta a muchos valientes y sinceros servidores.
La Policía, por ejemplo, no ha conseguido disuadir los temores de una ciudadanía que ve cómo de las sombras emergen los delincuentes, los asesinos, los “marcas”, los sicarios, los “raqueteros” y otros indeseables que destruyen la fe de los peruanos en la ley y la justicia. El recorrido de las autoridades de todo nivel para que el peruano recupere la confianza en ellas seguramente será largo, pero será fructífero si el norte es el establecimiento de una cultura de paz, seguridad y formalidad.