La vida en comunidad se basa en la confianza: los individuos confían entre sí, firman acuerdos, se traspasan bienes, se contratan, etc.
A su vez, los individuos confían en las instituciones que otorgan predictibilidad a la vida en común. Esto quiere decir, por ejemplo, que tenemos una idea más o menos fija de lo que es el bien y el mal debido a que hay instituciones que sancionan los malos actos al tiempo que definen, mediante la ley, qué es lo bueno.
Tenemos instituciones que normalizan ciertas acciones y también entidades que penalizan las malas conductas.
La Policía pertenece a este último grupo, y en su condición de guardián de la estabilidad pública debe mostrarse confiable. ¿Qué sociedad podría prevalecer en estos tiempos de indefinición y falta de identidad si no tiene autoridades o instituciones a las que asirse? Bueno, en una clara muestra de que el Perú es un desafío a todas las teorías, nuestro país subsiste a pesar de la desconfianza.
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Seis generales de la Policía han sido detenidos ayer en un megaoperativo que va tras los oficiales que ascendieron irregularmente en el Gobierno de Pedro Castillo. Y hay un general prófugo.
Cabe preguntarnos si esta “desratización” tendrá algún efecto negativo e irreparable para la institución. Puede ser que sí, que la confianza en la Policía sea mellada a tal grado que la ciudadanía deje de acudir a los uniformados e implemente la justicia por mano propia.
Puede ser peor el otro panorama, el que ve cómo la ciudadanía contempla imperturbable cómo se desmorona la Policía y la ciudadanía simplemente deje que todo se caiga de una vez por todas. Estas conjeturas son la reacción a 26 allanamientos en pos de aquellos que traicionaron al uniforme y al país.
Hay que tener en cuenta que los allanamientos y las acciones de la Fiscalía no se enfocan únicamente en la Policía, sino también en las Fuerza Armadas. El exministro Walter Ayala, principal señalado por este tema, se ha preguntado temerariamente qué van a encontrar los peritos después de un año y medio. Es que ya no viene al caso tener vergüenza, ¿verdad? Ya no existe esa sensación de incomodidad propia del inocente cuando es señalado.
¿Será acaso una muestra de lo que ocurre cuando la conciencia muere?
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