La política puede ser caprichosa: el viernes descubrimos que Alberto Fujimori era un elemento distractor efímero, un meme entretenido rumbo a la caducidad; un símbolo, sí, pero también una realidad pálida e inofensiva. ¿Y qué pasa con Keiko, su hija? Que ella, en términos de cortinas de humo, es capaz de una mayor combustión y por ello, repentinamente, el Caso Cócteles se convertirá en juicio, como debió ocurrir hace años.
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En efecto, el destino judicial y político de Keiko Fujimori es mucho más interesante y más vendedor que la suerte del padre. En las elecciones del 2021, Fuerza Popular el actual partido fujimorista liderado por Keiko cosechó 1’930.762 votos, cifra muy similar a la obtenida por Cambio 90 partido fujimorista original en los comicios de 1990, aunque en otras ocasiones su masa de votantes ha superado largamente los 6 millones de individuos. En un país con voto obligatorio y conciencia cívica determinada por la coerción de la multa, tener seis millones de votantes es un logro importante. Si queremos fijarnos en cuántos peruanos se identifican como fujimoristas, según la encuesta hecha por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) en el 2018, apenas el 11,2% se identifica como fujimorista y un 25,9% se identifica con el antifujimorismo. En el Perú, sin embargo, ser “anti” no significa ser indiferente. En el mencionado 2018, tres años antes de las elecciones que Fuerza Popular perdería por escasísimo margen, un 37,1% consideraba a Keiko y quizás a Alberto como tema de discusión crucial.
El fujimorismo es revelante en la vida de los peruanos y Keiko Fujimori es un personaje que en este momento despierta pasiones más eficaces para los planes distractivos de cierto sector político interesado en preservar un sistema corrupto dentro del Estado, específicamente, en el sistema de justicia. ¿El anunciado juicio a Keiko que, al margen de su utilidad para algunos, es necesario para esclarecer la inocencia o culpabilidad de una lideresa política, algo saludable en una sociedad democrática- será otro circo más, aunque de mayor duración, confirmando que la justicia ha llegado a un grado vomitivo de instrumentalización? Los juicios a los dueños de los partidos son realmente importantes. Ojalá no estemos asistiendo a otra sesión de manipulación grosera.