Está claro que el presidente Castillo no responderá a través de la prensa a ningún cuestionamiento.
Peor aún, solo acepta las preguntas de “colegas” que se muestran serviles y extrañamente incapaces de preguntarle lo que el país entero desea saber. No podríamos decir que este Gobierno se ha dedicado a la abierta persecución del periodismo libre, pero sí debemos acusarlo de haber provocado la devaluación de carreras que hasta hace poco creíamos honestas y bienintencionadas. Queda claro que no hay ni honestidad ni buenos propósitos donde prima el silencio premeditado, la verdad conveniente y la complicidad por indiferencia.
Es presumible que los asesores del presidente le hayan prevenido de responder ante otros medios que no sean TVPerú por miedo a que meta la pata con alguna fecha o algún detalle que termine con confirmar algunas sospechas. Deja el trabajo de responder a quienes se han mostrado como sus incondicionales: el ministro de Cultura, el premier Aníbal Torres y el ministro del Interior. Nadie más parece dispuesto a hundirse en este Titanic de expectativas y esperanzas políticas, o más bien esta bolichera de aciertos y desconciertos. Ni siquiera Vladimir Cerrón parece contento con su socio de campaña; Evo Morales ya no lo reconoce como un hermano ideológico y en el Foro de Sâo Paulo hay quienes niegan su vinculación con la izquierda. Lo rechazan. No quieren ser en el dolor hermanos ni nada parecido. ¡Qué curioso! Se acusó tanto a Perú Libre de querer llevar al país por los caminos de ciertos Estados socialistoides, pero hoy, en las vísperas de una caída, ninguna brigada habanera o bolivariana llega en el auxilio del desacreditado profesor. La soledad de la política es peor que otras formas de estar solo. La cárcel, la muerte o el juicio de la historia, ¿cuál llegará antes a curar el vacío?
Y mientras el drama del gobernante se desarrolla sin que tengamos claro el desenlace, el país se come el trigo que queda e intenta abonar los campos con lo que puede. La hambruna ya llegó, dicen los conocedores de este tema, y las amas de casa recuerdan con frío y sudor las colas de hace treinta y cinco años. El presidente no puede callar ante tremendo espectáculo de inestabilidad y desinformación. Cuando Castillo empiece a hablar con franqueza, el país se acomodará un poquito.
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