Parece que recién estaremos sintiendo las consecuencias de la violencia vivida a mediados y fines de este mes. Nuestro país se aleja cada vez más del ideal de unidad que acompañó su fundación.
Sí, no somos más esa república unida por el monopolio de la fuerza y la representación congresal en Lima. La tendencia en algunas regiones del sur es a separarse del tronco nacional para constituir (reafirmar) sus propias identidades o sumarse a otras.
“Si Lima no me hace caso, me voy con La Paz”, es el discurso que inflama algunas plazas de Puno, Juliaca y otras más del sur del país, esa zona que se siente desoída, abandonada. ¿Podemos hacer algo para evitar que la fractura anunciada del país se cumpla? ¿Tenemos que hacer algo?
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Creemos que la unidad de la república es, más que una realidad, una vocación. Estamos llamados a preservar la riqueza de ese enorme resto del imperio incaico sobre el que fue fundado el Perú moderno.
Mantenernos unidos implica haber superado aquellos obstáculos que aún hoy nos impiden dialogar sin recurrir a la fuerza, a las amenazas separatistas y a los muertos.
Estamos invitados a tener los oídos limpios y la cabeza abierta para entender las razones del otro. Al contrario de esta invitación existencial que es nuestro país, hemos optado por marchar del lado contrario, reduciendo la identidad a la castellana Lima.
¿Cuándo iremos a la sierra sur a rescatar a sus ciudadanos del garrota, del extremismo y de la irracionalidad en la que suelen quienes han sido negados de toda razón? El reto nuestro, el desafío colectivo, es ingresar a la modernidad juntos, no por pedazos, sino con voluntad unitaria.
El 10 de enero el Gabinete liderado por Alberto Otárola irá a pedir la confianza del parlamento. ¿El país se sentirá totalmente representado por esos 130 individuos que también son parte de una crisis que pudo resolverse mucho antes de que la sangre manche las plazas.
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Sugerimos que antes de las reuniones con las bancadas se agote por todos los medios el diálogo con lo sectores beligerantes que ahora no solo piden nueva Constitución un tema que debe ser tratado con delicadeza y sin invalidar de zopetón los argumentos contrarios, sino también venganza por los veintiocho fallecidos.
Sería un tremendo triunfo político de todo el Perú que se pueda lograr la paz imponiendo el diálogo como una salida y arrinconando al extremismo.
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