Lastimosamente, los ciudadanos nos hemos olvidado que este es uno de los peores Congresos de nuestra historia republicana y hemos creído -hemos querido creer- que, a pesar de sus claras deficiencias de personalidad, ideología e instrucción política, este Congreso sería inteligente para llegar, con el apremio que esta crisis excepcional marca, a un acuerdo rápido y beneficioso para el país.

Es evidente que el adelanto de elecciones es algo de lo que ya no deberíamos seguir hablando como posibilidad remota. Los muertos aumentan, los heridos quedan en las vías inutilizados, el desgobierno cunde, los indicadores económicos se desploman, y en el Hemiciclo se vota como si el tiempo estuviera a favor de quienes detentan el poder -un poder insultado y desafiado por las masas-.

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¿Qué nos queda? Es probable que tengamos que aprender algo de los manifestantes; por ejemplo, la realidad de que el poder político es más influenciable de lo que pensamos. El Congreso no es una reunión de filósofos del derecho, sino una simple y rala sobremesa en la que se discuten temas que nunca pensaron debatir. Las masas, si bien no han ganado y no han conseguido imponer su “programa”, han logrado que el tema, por lo menos, se debata. ¿Por qué nosotros, ciudadanos amantes de la paz y la gobernabilidad no podemos también ejercer presión para llegar a una salida política satisfactoria para el mayor número, una solución que permita reencender la economía, la vida diaria y que lleve paz a las regiones? Nos estamos olvidando que todos somos peruanos y que en algún punto nuestras diferencias se diluyen y aparece ese discurso común mucho más sincero que cualquier proclama o promesa congresal. Las masas sí nos han enseñado algo: que el poder político reside inequívocamente en el pueblo y que es el pueblo la fuente de toda autoridad. ¿Por qué no ordenamos al Congreso y a la presidenta Dina Boluarte resolver este problema?

Esperemos que los días siguientes no sean de violencia ni de incomprensión. Ojalá nuestros legisladores consideren cambiar de actitud y votar por una solución que devuelva la paz a todo el territorio patrio. No hay peor criminal que aquel que promueve o alimenta el rencor entre peruanos. Es la peor traición al mandato popular.

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