Del 2017 al 2022, las extorsiones en el Perú crecieron en 835 %, aproximadamente 3.060 denuncias registradas. De este total, el 6% corresponde a Piura. ¿Qué está pasando en nuestra región y el país? ¿Por qué empresarios y productores agrarios han tenido que convocar a una marcha para hoy a fin de hacer oír su clamor a favor de la paz y en contra de la violencia, el crimen; en suma, un reclamo frente a la modorra y la inoperatividad de las instituciones que siguen sumando desconfianza, agraviados y muertos.
Que el Perú está en piloto automático no es una novedad, pero no quiere decir que debemos ser indiferentes a esta situación que se agrava a diario y que, en el peor de los casos, concluirá en la ingobernabilidad, en la anarquía y la sumisión del país a la voluntad del hampa. Esto no es una exageración: ¿qué pasa cuando en una misma nación se juntan el odio al despotismo de las autoridades que han olvidado cuál es su misión original, y el avance de despreciables sujetos carentes de respeto por la vida, la propiedad y la libertad, que caminan por las calles y matan y destruyen al amparo de la impunidad que otorga la inacción de las fuerzas del orden interno.
Parece que estuviésemos viviendo en un país cansado. Apenas tenemos doscientos años y otras naciones acumulan muchas más centurias de historia, pero solo nosotros mostramos los signos de un envejecimiento no deseado, contranatura, una obsolescencia clamorosa. Nuestra Policía atrapa delincuentes, un hato de jueces corruptos los liberan, la Policía se decepciona y tira la toalla; la ciudadanía, a merced de los delincuentes, decide protegerse por cuenta propia: un ladrón es abatido, pero tres o cuatro magistrados de principios chuecos deciden que el enemigo de los valores es la víctima y el ciudadano es quien debe ir preso. ¿Qué hace la ciudadanía, hastiada de tanta miseria disfrazada de buenismo, garantismo, abolicionismo y otras taras enquistadas en los códigos procesales? Sumarse a la ilegalidad: da un paso tímido cruzado la línea de la informalidad y luego, habiendo degustado las mieles de una libertad clandestina pero satisfactoria, avanza hacia la degradación completa.
Necesitamos evitar por todos los medios posibles ese futuro sombrío que se avecina. Necesitamos autoridad y orden porque solo así se progresa.
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