Para el ministro de Educación, Rosendo Serna, el plagio en la tesis del presidente Pedro Castillo no es un tema trascendental.
Recordemos que Serna también ha sido expuesto por supuestos plagios en su trabajo de investigación, así que podemos pensar que con su declaración trata de protegerse igual como lo haría un infractor de tránsito diciendo que pasarse una luz roja no es para hacer tanto drama.
Es sumamente triste que sea el ministro de Educación quien dé un mensaje tan nefasto en defensa de la informalidad, de la mal llamada viveza, del delito y la deshonestidad intelectual. La noche del domingo fue el titular del Ministerio de Cultura, Alejandro Salas, quien fungió como abogado de Castillo y hasta lanzó una declaración que podría interpretarse como una extorsión a las autoridades de la UCV: si la universidad resuelve invalidar la tesis del presidente, también debería invalidar las de todos los maestrandos de aquel año.
¿Se atrevería la universidad de Acuña a dar un paso adelante hacia el abismo, como sugiere el ministro Salas? ¿Estamos ante la lógica de que es preferible salvar el prestigio de miles de diplomas emitidos -entre ellos, el que ostenta Castillo-, a ver liquidado uno de los negocios educativos más importantes del país? El ministro Serna, en cambio, ha intentado ir por el otro camino, uno menos violento en la forma pero tan destructivo como una bomba en una biblioteca: ha recordado al país su vocación de no escandalizarse ante las “criolladas”.
Definitivamente, estamos a punto de ver acabado el cuadro de la informalidad y la mediocridad que este Gobierno ha pintado en solo diez meses. ¿Cuál será la pincelada final? ¿La invocación de Vladimir Cerrón a imponer la Asamblea Constituyente por las armas? ¿La negación fáctica de la democracia, que se cocina desde el 28 de julio pasado? ¿La sangre de compatriotas corriendo por las calles en nombre de un estúpido fanatismo incapaz de ver las aspiraciones y las exigencias de la población más allá de las obnubilaciones ideológicas de un grupo que se arroga la representación nacional?
Recordemos que el Perú es el país de los saltos extremos y quizás estamos a punto de ver cómo de la mala fe de un profesor mediocre pasamos a la violencia masiva de un aspirante a dictador.
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