El deterioro moral del Gobierno invita a muchos a anunciar su inminente caída. Anécdotas en medio de un mar de denuncias y hechos escandalosos, como el plagio de la tesis de maestría del presidente Pedro Castillo, no hacen sino reafirmar esta tendencia al descalabro que muchos desean ver pronto y otros ven como una fatalidad para la democracia.

¿Qué pensamos nosotros? ¿Qué queremos decirle a nuestros lectores? Respondiendo a lo primero, creemos que el Gobierno aún no se acerca a su desenlace, a pesar de la acumulación de evidencias de la incapacidad moral de Castillo y de sus ministros para llevar adelante al país. Si el presidente plagia, si el presidente miente, si el presidente es corrupto, ¿cómo podría exigir disciplina, orden y una conducta intachable a sus subordinados en el aparato estatal? En el Perú, definitivamente, es más fácil ser cómplice.

Lo que queremos decirle a nuestros lectores, para responder la segunda pregunta que nos hacemos, es que el país no depende de las decisiones de entidades cada vez más abstraídas de las necesidades materiales del país, como el Consejo de Ministros o la propia presidencia o el Congreso.

El país, como lo proclaman las leyes fundamentales, somos nosotros. Nosotros, por tanto, somos dueños de nuestro destino y es necesario hacerlo sentir así. El Perú necesita orden, democracia auténtica, trabajo, elementos necesarios para el urgente despegue económico que nos devuelva la estabilidad política y social. No tendremos nada de eso con quienes no creen en la economía social de mercado y piensan en implantar en el Perú trasnochadas y peligrosas teorías que han fracaso en todos los continentes. ¿Salir a las calles? Es una opción. ¿Rechazar la pretención cerronista de la asamblea constituyente? También es un norte necesario. Lo más importante es que en la aventura de determinar nuestro derrotero manifestemos una sola voluntad nacional.

¡Basta ya de creer que la política es el refugio de los ladrones y los inmorales! Lo que necesitamos es un forzoso adecentamiento de las instituciones para recuperar la fe en el futuro de nuestro hijos y nietos. Definitivamente, está claro que este Gobierno es incapaz de proveernos la seguridad ética que reclamamos como país.

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