Una constante del 2021 ha sido el encarecimiento constante de los productos de primera necesidad. Muchos apuntan a la crisis internacional y al coronavirus como principal causa de esto; otros afirman que los eventos políticos locales son el motivo directo de este fenómeno que ha afectado, principalmente, a las familias.
Es cierto que hay una problemática realidad internacional que ha golpeado a las industrias, a las empresas, a los negocios y, en consecuencia, al sector laboral y al bolsillo de las familias. El coronavirus ha demostrado la fragilidad de ese sistema que hasta el 2019 toleró que la economía de subsistencia pase como “empresa familiar” y “pequeña industria” cuando, en realidad, era solo el capitalismo piltrafudo que tarde o temprano demostraría su inviabilidad. ¿Pero es ese emprendedorismo engañoso la única causa de la crisis? Evidentemente, no.
La inestabilidad política nacional y la consecuente especulación en los sectores comerciales y en la bolsa también, han conseguido desestabilizar la economía mucho más de lo que la pandemia había hecho. El pase a segunda vuelta de Keiko Fujimori y Pedro Castillo -dos candidatos que, sumados, no llegaban ni al 50% de las preferencias electorales- precipitó al país al abismo del juego de precios, de la indolencia mercantil.
Cuando Pedro Castillo asumió el poder, las cosas empeoraron pues nadie entendía qué pretendía el profesor en el plano económico. Hoy, casi medio año después de haber sido elegido presidente del Perú, no se sabe qué rumbo tomará la economía. Hay palabras, pero no hay un camino claro y ni siquiera la presencia de Pedro Francke en el Ministerio de Economía, que se vislumbraba como una garantía por su discurso racional y moderado, ha funcionado.
El año cierra con una baja del dólar que parece prometedora. ¿Serán capaces nuestros políticos de mantener las condiciones para que este evento sea perdurable? No lo sabemos: el próximo año, probablemente, será el de la vacancia, y si no, el de la incomprensión y la poca voluntad de ambas partes -el Ejecutivo y el Congreso- de escucharse y alcanzar consensos. Esperamos equivocarnos y que cualquier pronóstico sombrío cambie por uno de trabajo mancomunado de nuestras autoridades. Urge que nos pongamos todos de acuerdo.