El café peruano ocupa un lugar destacado entre las exportaciones agrícolas del país, ya que aporta el 0.2% al Producto Bruto Interno (PBI) y genera más de 2 millones de empleos, tanto directos como indirectos. No obstante, el sector cafetalero continúa enfrentando importantes obstáculos, como las dificultades para acceder a financiamiento, la carencia de capacitación técnica adecuada y las consecuencias del cambio climático sobre los cultivos.
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De acuerdo con el Estudio de Investigación Sectorial del Café elaborado por el Ministerio de la Producción (Produce), entre los años 2019 y 2023 la producción de café en Perú presentó fluctuaciones, registrando una caída del 23.1% en 2022 y una recuperación del 6.5% en 2023. Esta inestabilidad evidencia la sensibilidad del sector frente a factores externos y resalta la urgencia de implementar políticas más firmes para su fortalecimiento.
“La caficultura es el sustento económico de miles de familias en todo el país, pero aún enfrentamos la falta de acceso a financiamiento y a mercados con precios justos. En Perú, el quintal de café se comercializa muy por debajo de su verdadero valor, lo que hace insostenible para una familia vivir de este cultivo”, comenta Johanna Paternina, caficultora de Quillabamba y fundadora de Asurimak. “Necesitamos mayor respaldo estatal en términos de capacitación técnica y sostenibilidad, ya que muchos agricultores carecen de información para optimizar sus cultivos”, añadió.
Aunque el Plan Nacional de Acción del Café Peruano (2018-2030) propone estrategias para mejorar la competitividad del sector, su ejecución ha avanzado de manera lenta. Un desafío persistente es la alta informalidad laboral: el 59.2% de los empleos en este rubro no están formalizados, lo cual limita la estabilidad económica de quienes dependen de esta actividad.
“El café peruano cada vez es más reconocido a nivel internacional, pero dentro del país todavía no se ha consolidado una cultura de consumo sólida. Mientras que en Perú el consumo per cápita es de apenas 1.4 kilogramos anuales, en países como Colombia y Brasil se registran consumos de 2.5 y 6 kilogramos, respectivamente. Es esencial promover el consumo local y enseñar a los peruanos a valorar la alta calidad de nuestro café”, remarca Paternina.
Pese a estos retos, Perú mantiene su posición como uno de los mayores exportadores de café orgánico a nivel mundial. Las certificaciones de comercio justo y sostenibilidad han abierto puertas en mercados premium, aunque su adopción sigue siendo limitada por la falta de recursos e información entre los productores.
Para asegurar el crecimiento sostenido de la industria cafetalera, es indispensable una labor articulada entre el Estado, la empresa privada y las comunidades productoras. Mejorar el acceso a financiamiento, fomentar el consumo interno y ofrecer capacitación técnica serán factores determinantes para que el café peruano continúe siendo un importante motor económico y social en el país.












