La muerte de dos jóvenes en un fast food entristece mi Navidad y me indigna; muchas razones para llorar por dentro y decir con Abanto Morales: “¿Quieres que me ponga alegre como día de fiesta mientras mis hermanos doblan las espaldas por cuatro monedas que el patrón les paga; quieres que me ría mientras mis hermanos son bestias de carga llevando riquezas que otros guardan… mientras mis hermanos viven como topos, escarba y escarba, “en las minas”, mientras se enriquecen los que no trabajan”?
El dolor es mayor porque no son sólo “los blancos venidos de España”: son también los brasileños, gringos, chilenos que se enriquecen en Piura con la venia de la sociedad consumista y de los malos empresarios; el dolor es mayor porque son también peruanos agiotistas, compatriotas usureros y explotadores de sus propios hermanos a quienes encierran con candado, sin beneficios sociales, esclavos mal llamados “colaboradores”, eufemismo que esconde sueldos de hambre, maltrato, empleo precario.
Hace poco cuando algún Ministro de Trabajo anunció el aumento del sueldo mínimo, representantes de esa Confiep sobornable y corruptora, dijo sin piedad y sin vergüenza: “No tiene ningún sentido aumentar el sueldo”, claro sólo tiene sentido hacer caja para llenar loncheras y mochilas.
Muchos peruanos siguen arrastrando la “ominosa cadena de la esclavitud” y hay que ir al Bicentenario con ansias de verdadera libertad, abrir los ojos a la verdad que libera.
Sólo poniendo a Jesús en nuestras decisiones haremos posible un Perú libre de toda explotación, libre de todo pecado, sólo Él es el Mesías que vino a “dar su vida en rescate por todos”.