Las autoridades del distrito de Yauli, en Huancavelica, podrían darles una lección de humildad y compromiso a nuestros gobernantes recién electos. Allí el alcalde, bajo una ancestral costumbre, juramentó recibiendo tres soberanos latigazos en la espalda, como obligación de cumplimiento y para que no se olvide de sus promesas electorales.
El anecdótico acontecimiento, más que una costumbre, debería interpretarse también como un recordar a las nuevas autoridades que inician sus respectivas gestiones en Piura, que es el pueblo, los ciudadanos quienes le están encargando la delicada labor de gobernar y que esta tarea debe ser un esfuerzo permanente para aplacar las necesidades y cumplir los sueños de los ciudadanos, pero sobre todo, las promesas que hizo en el fragor de la campaña.
Algo también importante es el hecho de que las autoridades deben tener en claro que las instituciones no son de su propiedad ni de su personal de confianza. Estas les pertenecen a los piuranos y son ellos los que exigen información, por ello la autoridad está en la obligación de ser laborioso, honesto, comunicador, conciliador y sobre todo visionario.