Las mayores autoridades políticas del país han visitado
Piura y han prometido obras, obras que debieron hacerse hace
mucho hace seis años y ahora se tratará de ajustar el calendario de trabajos de prevención y defensa a los siempre imprevisibles tiempos de la
naturaleza.
Queda esperar que no nos den gato por liebre o que las edificaciones que se hagan no terminen como las pistas de
Piura, malogradas en un
60% por las precipitaciones, el
ciclón Yaku y la mala fe de los políticos.
Precisamente, tal es el tema que nos ocupa hoy: ¿podemos confiar en la casta política luego de seis años de criminal inacción? Porque mal haríamos en culpar a las lluvias, a los
huaycos y a la naturaleza en general; la responsabilidad de todo lo ocurrido es de aquellos que, teniendo poder de decisión, no hicieron nada para proteger a la población que ve echada su suerte cada cierta cantidad de años.
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¿Puede confiarse en gente como los alcaldes que invirtieron su tiempo en pleitos y en cualquier otra cosa que no fue el guarecimiento de las poblaciones vulnerables? Recordemos que estos personajes, en cambio, solo recordaban al pueblo cada vez que la boca los picaba por prometer algo o cuando deseaban darse ese tranquilizador “
baño de popularidad” con el cual aquietaban su conciencia.
Debemos ver el panorama presente y el futuro inmediato: tenemos una emergencia que, según el más conservador de los cálculos, durará hasta fines de mayo. Siete meses después tendremos delante de nosotros un
Fenómeno El Niño cuya magnitud no podemos adivinar.
¿Será posible terminar obras fundamentales para la protección de la ciudad de
Piura y de todas las zonas de región, o se jugará a la ruleta, se priorizará algunos trabajos y se condenará a la destrucción a otras zonas? ¿Cuál es el cronograma de obras?
El susto del ciclón ya pasó; es tiempo de que las autoridades hagan un calendario de obras y las terminen. De otra manera, habremos caído en el mismo pozo de mentiras que las generaciones precedentes. Por esto mismo, la presidenta
Dina Boluarte debe ser clara con ese sector de la población que no la reconoce y persiste en su huelga, y pedir una tregua para que demuestre el valor de su palabra.
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